Desde que somos pequeños escuchamos que los adultos dicen algunas palabras “especiales” que no suelen usar delante de nosotros, pero que con el paso del tiempo comienzan a hacérsenos más conocidas y comunes.
Como habrás notado me refiero a las lisuras o malas palabras. Éstas, según nos han enseñado desde pequeños, no deben ser pronunciadas nunca ya que son sumamente ofensivas y, si nos pillan, de seguro nos llamarán la atención o castigarán.

Si bien nunca se escuchan bien vengan de quien vengan, por algún motivo se escuchan peor si es una chica la que las pronuncia, sobre todo delante de los chicos, que, claro sí son una máquina de malas palabras (y esto es algo que nosotras también odiamos).
Mi amigo Miguel Azpauza me comentó respecto a este tema hace poco: “Cuando una chica dice muchas malas palabras pierde femineidad. Aunque creo que cuando está entre sus amigos cercanos es normal que las hable, pero, por ejemplo, si a mi me gusta una chica y la escucho decir demasiadas lisuras, la comenzaría a ver como un pata más. Es cuestión de gustos y para mí, es un punto en contra para ella.”
En efecto, como dice mi amigo, por alguna razón cuando una chica habla muchas lisuras o una cantidad regular de éstas ya no se ve femenina, sino grosera, tosca y, como dicen algunos, “machona” o masculina.
Pese a todo creo que las lisuras no son indispensables, pero son útiles en determinadas ocasiones ya que pueden representar mejor un sentimiento o una sensación que una larga explicación con palabras bonitas y tonos de voz calmados.
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