Si algo he podido comprobar en el poco tiempo que llevo en el mundo es que lasapariencias engañan y que los chismes(malintencionados) abundan. Y que además la decepción proviene de quien menos lo esperamos o queremos esperar.
Puede sonar al argumento de película dramática o “telellorona”, pero lo cierto es que muchas veces creemos conocer a una persona y llevarnos bien con ella cuando de pronto ocurre una cosa que lo cambia todo y que nos hace desear nunca haberla conocido.
Esto es más común a nuestra edad de lo que parece. Y no hablo solo de noviazgos y desamores. En realidad me refiero a nuestras amigas, que supuestamente deberían consolarnos en los momentos difíciles -como una decepción amorosa- y no causarnos otrodolor de cabeza en nuestra de por sí cambiante y susceptible etapa de la vida.
El que hagamos buenas migas con alguien no quiere decir que nos vayamos a llevar a las mil maravillas para siempre. Únicamente el tiempo podrá decir si nuestra amistad resistirá a las diferencias de carácter, malentendidos y comentarios para intentar dañarla.
En cierta medida la amistad es como el amor. Solo que cuando se rompe entre dos chicas lasolidaridad femenina se hace a un lado y comienzan los puñales y divisiones entre nuestro grupo de conocidos, que toman partido por la una o por la otra.
Si algún chisme nos separó de nuestra hasta entonces confidente o fue a causa de un chico y la susodicha tiene un temperamento impulsivo, es probable que le gane el deseo de venganza e intrigue para ponernos en contra de los demás.
Lo mejor es encararla inmediatamente y preguntarle por qué lo hace, de preferencia aclarando el chisme en frente de otros amigos. Lo más probable es que nos expongamos a insultos, pero nunca debemos soltar la lengua y contar sus secretos a menos de que ya todos lo sepan.
Si aún tenemos ánimo y es remediable, intentemos solucionar las cosas y hasta hacer un “mea culpa” para irnos ganando su confianza y llegar a la causa de la pelea. Pero mientras eso ocurra y ella siga en su actitud de revancha, no nos dejemos atacar sin ponerla en su lugar. Convertirnos en “el punto” solo restaría nuestra credibilidad y haría más difícil la situación.
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